Mi Natacha.

Qué más puedo contarles de ella que ya no esté dicho en la red; ella ya fue comentada, definida, descripta y alabada con todas aquellas palabras que se podrían utilizar para hacerlo.

Hablar de Natacha tendría que ser como hablar de Mafalda, o de Messi y Maradona, o de Borges y Cortázar. Lamentablemente acá, en España, no es así ni creo que vaya a serlo porque su autor cometió uno de los peores pecados, para un editor español, se atrevió a jugar con las palabras:  hacerlas cantar, bailar y hacer acrobacias, las ha disfrazado y puesto todo tipo de máscaras, ha construido con ellas una lengua interior. Una lengua que dice, me dice y dice verdad y justicia. Natacha es un diálogo vivo y abierto a la reflexión y la simpatía, vínculo indispensable para el pensamiento y la imaginación.

Usted Señor Luis María:  ¿cómo ha podido hacerlo? ¿Cómo es que no escribe para el mundo con sus limitaciones y perezas?

Tuve la desventurada ocasión de leer uno de los libros de Natacha traducido al castellano español y lloré: habían matado al autor. Natacha y Luis son un dúo, son padre e hija y Natacha es aún una niña y no se la puede separar de su padre porque entonces la convierten en una voz huérfana.

¡Estimados editores de Alfaguara infantil y juvenil no tengan miedo! Sean editores emprendedores y valientes! Pueden confiar en el lector infantil español, dejen de someterlos continuamente a la lectura fácil y sin contenido con las que preparan sus guías de lecturas escolares, dejen de bombardearlos con textos tan lineales y a un español sin accidentes: atrévanse con los cuentos infantiles de Liliana Bodoc, de Marga Averach, de Luis Piscitelli, y otros tantos más que quedan en el camino.

El castellano americano tiene una música que acá ya no se escucha, un ritmo que da una profundidad a la palabra que con el castellano español es más difícil de conseguir . Y ustedes saben que es importante que los alumnos y lectores más jóvenes que viven de este lado del atlántico aprendan a conocer y disfrutar de ese otro castellano, aunque sea difícil entenderlo y raro leerlo, porque es, sin duda, la mejor forma que tienen de descubrir «esa otra cultura» que tuvo por origen la misma lengua que ellos ahora hablan. Y está en nosotros investigadores y escritores y, sobre todo, en ustedes editores que son los que nos conectan, hacer que haya entre estos hermanos una relación de amistad y comprensión y no de tensión, enfrentamiento o rechazo.

Quizás porque el castellano español es como nuestro hermano mayor, quizás porque los hermanos mayores siempre se sienten amenazados por el hermano menor, quizás porque los hermanos menores suelen ser más comprensivos ante el egoísmo del hermano mayor. No lo sé, lo que sí se con certeza es que adaptar una lengua tan diversa como la que se da en aquel continente, tan grande y extraño, a la lengua de lo viejo conocido, no es bueno, para unos ni para otros.

Querido Luis, gracias por darnos a Natacha, por la otra Caperucita Roja, por Moc y Poc, y sobre todo por regalarme «Nadie te creería». Saludos a Natacha de mi parte. Besos.

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